domingo, 13 de diciembre de 2015

Max Norman


Quizá entre los productores de hard & heavy, otros productores tengan más fama y reconocimiento. Ahí están los Martin Birch , Dieter Dierks, Eddie Kramer,  Chris Tsangarides,  Robert John "Mutt" Lange, Bob Rock, etc. Pero durante los años ochenta especialmente, algunos fans del heavy rock sabíamos que en cuanto veíamos aparecer el nombre de Max Norman en la contraportada de un vinilo, estábamos ante un disco que no nos iba a defraudar. Porque si algo caracterizaba a Max Norman era la capacidad para convertir de la nada en joyas a bandas que tras su producción llegarían a su cima compositiva, en el peor de los casos o a su proyección definitiva, en el mejor.  Y la habilidad especial que siempre me atrajo de él, era la de demostrar esa capacidad, especialmente con bandas de segunda división que hasta el momento en que pasaban por sus manos, apenas habían pasado del estado larvario.


Pero vamos a empezar por el principio y ese principio no es otro que nuestro madman favorito: Ozzy Osbourne. Encontrándose grabando su disco debut en solitario, Blizzard Of Ozz, Ozzy no estaba contento con el resultado que estaba obteniendo nada más y nada menos que con Chris Tsangarides a los mandos, y contrató a Max Norman. Bien, ese disco terminó siendo producido por Max y no es necesario explicar hasta dónde llegó el éxito del álbum y sus posteriores Diary Of A Madman y Speak  Of The Devil.  También produjo el disco más afamado de Y & T, Black Tiger, disco que les supuso el despegue definitivo con aquellos temas que todo heavy de pro lleva marcados a fuego en el corazón: Forever, Open Fire, Hell or High Water…

Pero estamos hablando de discos cuyos artistas ya tenían una buena base de ideas como punto de partida.  Lo que impresionaba de este productor era la capacidad de extraer ideas en bandas que nadie conocía o que habían ya grabado algún disco sin una carrera solvente a sus espaldas. Y es ahí donde vamos a centrarnos, mostrando una serie de ejemplos de bandas que dieron el estirón, como se suele decir, cuando pasaron por sus manos. Algunas de esas bandas no llegaron a conseguir nada posteriormente, pero los discos que Max Norman dirigió en sus vidas, hoy pueden considerarse discos de culto. Y fue entre 1985 y 1987 donde esta circunstancia se puede observar con más claridad.
  
El primer disco del que fui consciente de las habilidades de Norman vino de la mano de Loudness. La banda japonesa hasta el momento había facturado algunos discos, pero en el mundo occidental aún era desconocida. No se puede decir que esos primeros discos fuesen mediocres, más bien lo contrario, tenían ya unas cuantas canciones de gran calibre. Con Dissilussion ya estaban encarrilados hacia donde querían dirigirse: un heavy metal potente, rápido y técnico.  En ese disco ya se podía intuir claramente lo que la banda quería gracias a temas brutales como Dream Fantasy, Crazy Doctor, Esper. Y sobre todo, ya utilizaban el inglés como idioma en sus canciones, lo que demostraba que la banda quería sobrepasar sus fronteras. Y gracias a Max Norman y el disco Thunder In The East de 1985 lo consiguieron con creces ya que ese disco marcó un antes y un después en la historia de la banda. El disco no tenía desperdicio pues todos sus temas eran verdaderas obras de orfebrería metálica: Crazy Nights, Like Hell, Heavy Chains, Run For Your Life. Otros dos discos les produjo posteriormente, aunque en uno de ellos, Soldier Of Fortune, ya no estaba su vocalista original, Minoru Niihara.




Savatage fue otra de las bandas de Heavy Metal que pasaron por las mágicas manos de Max Norman, y también fue tras el disco que les produjo, Power Of The Night, cuando la banda empezó su despegue. Es cierto que Savatage ha evolucionado ostensiblemente tras aquel disco, ya que pasaron de un heavy metal potente pero básico  y elemental a unas propuestas más progresivas, llegando a su punto álgido con discos como Hall Of The Mountain King, Gutter Ballet o Streets. Pero aquel Power Of The Night también de 1985, marcó a toda una generación de headbangers porque el sonido que supieron sacar a ese repertorio de canciones es digno de admiración. Ahí tenemos uno de los temas con los que suelen terminar sus conciertos, el tema que da título al disco. Y eso lo dice todo ya que tras aquel disco, la banda ha editado un sinfín de obras maestras.  Además de la canción mencionada podemos disfrutar de otras joyas como la veloz Washed Out, la técnica Hard For Love, los pasajes tenebrosos de Fountain Of Youth  o la potente Warriors, donde John Oliva ya muestra lo mucho que le gusta utilizar intros sinfónicas y esa voz tan particular que puede ir desde el lado más dulce al más salvaje. Y qué decir de la guitarra de su hermano Chris. Ambos constituían un tándem ganador cuyas influencias  podían venir hasta de los mismos Beatles como muestran en todas aquellas baladas que han compuesto. En este disco la también portentosa In The Dreams.


 

Grim Reaper  fue otra banda que pasó por la capilla de Max Norman en 1987 y venían de la legión de bandas nacidas de la NWOBHM, pero que hasta ese momento poco éxito habían obtenido. Si bien tampoco lo consiguieron tras la producción de su Rock You To Hell pues quizá ya estábamos en unos años en los que el Thrash Metal había fagocitado casi toda la escena metálica. Y es que tras ese disco, la banda se disolvió y hasta 2005 no volvimos a saber de ellos como banda, aunque sus miembros si habían participado en otras agrupaciones. Pero aquel Rock You To Hell no te podía dejar indiferente si lo tuyo era el heavy metal que cortaba como cuchillas después de aplastarte con su potente base rítmica, con un cantante, Steve Grimmett, que no dejaba espacio para el descanso o la relajación del oyente.  Y la colección de temas de ese disco es brutal: Rock You To Hell, Waysted Love, Rock Me 'till I Die, Lust for Freedom…



Un año antes de trabajar con Grim Reaper, Max Norman produjo el tercer disco en la efímera pero gloriosa carrera de los estadounidenses Malice. Es cierto que en el nuevo milenio han hecho otro disco, ya sin su prodigioso cantante original, en este revival metálico que vivimos, pero aquel License To Kill es considerado lo último verdaderamente con calidad que hicieron. Ese disco, que bebía directamente de las influencias de Judas Priest, con ese voceras llamado James Neal que bien podría haber sido el sustituto de Rob Halford en la era del impersonator Tim "Ripper" Owens,  junto con el disco inmediatamente anterior, son discos que ningún heavy metal maniac debería dejar pasar a la ligera. Una colección de canciones que cualquier buen gourmet metálico hará que se relama una y otra vez.



Los angelinos Lizzy Borden también pasaron por el “taller” de Max Norman, y todo lo que había sido hasta el momento más o menos una propuesta deslavazada, mezcla de  shock rock y heavy metal, se convirtió de la noche a la mañana en un artefacto que podía competir de tú a tú con los mismísimos Queensrÿche, ya que se acercaban a unas composiciones más concienzudas en las que nada se dejaba al azar.  Los tintes progresivos estaban presentes sin abandonar la rabia con la que ejecutaban un trabajo digno de una banda de alto octanaje. Estamos hablando de su tercer trabajo Visual Lies, Me Against The World, Visual Lies, Voyeur (Im Watching You) o esa maravilla de Eyes Of A Stranger son muestras más que suficientes para considerar este disco como una obra clásica e imperecedera.



Dejaremos para otro momento las producciones de discos de Dangerous Toys, 220 Volt, Megadeth, Dirty Looks, Bangalore Choir o Death Angel. Pero por hoy termino mi más sincero tributo a uno de los más grandes productores de la época dorada del Heavy Rock.